lunes, 26 de mayo de 2008

Un color entre naranja y calabaza


Éramos un viaje, un ida y vuelta entre el viento, el bosque y el mar. El renault 12, el amigo de Caro y Seba, tiene un estilo especial, es una carrera al destino de los pasajeros hambrientos de paisajes, intrépido y sagaz. Nada como la sal y la arena para caminar a la tarde, los árboles siempre se prestan de anfitriones, y fue ahí cuando arribamos a la casa de Ana. Playa los Naranjos abría sus puertas.

- Disculpe señora podemos acampar acá...
- Claro que si...

Una relación sin fines de lucro, y si el lujo es vulgaridad, cuan honesta es la vida por dejarnos conocer a Ana y su familia. Los plataneros cubrían el campo escondido; adelante una hamaca estaba iluminada por el Sol. La casa es blanca y pequeña, cubierta de retratos familiares y está guiada por la televisión nacional. La cocina está a su lado, a leña y hollín, con vajilla de porcelana y las empanadas en su cocción. Éramos varios, aunque el nieto de doña Ana, el pequeño William, se transformaba en un buen argumento diario mientras se escuchaba buena chacarera.
Entre sueños y sollozos, Ana nos contó que había sido desplazada por la violencia en Colombia, huyendo de su pueblo, a orillas del río Magdalena. Los paramilitares (AUC) habían llegado y se habían abatido durante dos horas, matando personas, inundando de terror el tiempo y el espacio. Ana empaco algunas de sus cosas, tomo la mano de sus niñas, y se fue, dejando todas sus pertenencias, todas sus ilusiones, a otro destino tuvo que ir.
Las chalupas navegaban río abajo hasta dejar atrás el miedo, pensando en Valle Dupar. Entre las sombras ella buscó afecto y trabajo. Al tiempo el gobierno le entrego una casa en una urbanización de viviendas. Sin embargo Ana tuvo que pelear y seguir peleando. Lucho por su comida, por la educación de sus hijos, por un lugar, por su tinto y sus empanadas. Quizá el miedo y la violencia puedan envolver en sus redes, cuando sale el Sol de nuevo, solo se dejan ver sonrisas en el ambiente. Los que no tienen nada, los que lo perdieron todo, piensan mucho, sienten mucho, y ofrecen hasta lo que nunca tuvieron.

Amèrica Unida hoy

sábado, 3 de mayo de 2008

El volcán de San Antero





El calor invade mi cuerpo, las gotas de transpiración caen por mi espalda y se deslizan lentamente hasta llegar a mi cintura. El Sol se posa en lo alto del cielo, una nueva iluminación sonríe y despierta a los seres oscuros, los seres de la tierra. La carretera espera detrás, refleja el pavimento nuestra silueta, aumenta la frecuencia cardiaca, baja la presión y sube el agua, se evapora y viaja por el cielo donde los sueños se vuelven realidad. "Me voy poniendo pegajoso, me voy poniendo pegajoso" pienso mientras me acerco a él. Tengo ansiedad, sin duda un poco de asco también, pero conozco la aventura. Bailamos Cha cha ska, y las burbujas nos rodean en la superficie, un liquido viscoso y verde se ve en la superficie...
Tic, tac, tic, tac, el lodo protege, preveé, sana y cura, y nos adentramos en la capas tectónicas. De ella comemos, crecemos, trabajamos, cuidamos y hasta a veces atormentamos. Es fascinante estar adentro de la tierra...