viernes, 31 de agosto de 2007

La vagina del planeta


Lugares que antes eran bonitos;
lugares donde solo se espía la luna;
lugares que siembran sus campos;
lugares que brillan por sus colores;
son a veces lugares pequeños con mucha gente;
son a veces lugares inmensos con poca gente;
Navegar en las aguas del Caribe es mágico; vagar por el hogar de las ranas negras con puntos verdes, las arañas de colores, los monos sonrientes, las lagartijas, las peligrosas culebras (las coral, las boas), los escorpiones esqueléticos, los caballos, los cebú, las hormigas, los cangrejos azules y cientos de extrañas especies que todavía se esconden en lo más profundo, entre los matorrales sin camino, es aún mejor.
Somos un punto más, una especie en la inmensidad....
Un amigo me contó que el Golfo de Urabá es la vagina del planetaaaa, esa chica que no queremos maltratar nunca. Espero que cuando vuelva a pasar por aquí, todavía no hayan barrido el Darien.

lunes, 27 de agosto de 2007

Sonidos

Una música eterna es la que llena mis oídos en la selva. Mis sentidos están alerta y se dejan llevar por el suave silbido de los grillos, el burbujeo de las ranas. El pájaro carpintero trabaja a pico y pala, el calor va subiendo mientras transcurre la noche. Una brisa entra por la ventana, tal vez está respirando algún platanero, quizás todos nutren de oxigeno el ambiente. Escucho caer una fruta, puede que sea una guanábana, quizás una papaya. Algunas ranas hablan, otras comparten su hábitat. Los monos Tití ya pasaron está tarde, las culebras se enroscan en la madera, bajan al río a beber de sus orillas. Estamos en el trópico, estamos en la selva, estamos en el Darien.

Especies que desaparecen

El mar tiene 6 colores: verde, verde agua, verde esmeralda, turquesa, celeste y azul. Volteó mi cuerpo un poco hacia la derecha y encuentro una araña, aunque no una común y silvestre. Tiene 6 patas bien largas y negras y lleva en lo más alto una acentuada franja amarilla. La cabeza es gris y sobre su cuerpo lleva un manto dorado con diez puntos que resaltan con el sol, como si fuesen lágrimas de oro. Observó las palmeras que me rodean y cubren un poco el calor del mediodía. Sobre las rocas que tengo delante camina un ejercito de cangrejos negros, se esconden entre ellas y vuelven a salir; el color de su coraza brilla cuando el mar los empuja y se fusionan con las piedras. Hay una isla en frente, un eslabón que se le escapo al continente, se desprendió sin mucha fuerza y quedo varada cerca de la orilla. Alcanzó a ver en ella una manta de árboles similares entre ellos, desnudos en medio del océano. Estoy parado sobre una alfombra de pasto, cortito y verde. A mi espalda se levanta una casa de dos plantas, que está erguida sobre la sierra pequeña que camina hacia el monte, hacia la selva del Darien. En el segundo piso de la casa hay un balcón protegido por una baranda de madera verde y dos colchones descansan sobre él, se secan a su espalda. Empiezo a caminar por el sendero, camino hacia la playa mirando el piso, buscando colores. Una lagartija me sigue por detrás, moviendo sus patas delanteras en círculos. Esquivó algunos troncos y me sorprendo al ver un conjunto de algas que trajo el mar por la mañana. Saludo al agua pensando en lo fugaz que es el tiempo entre mis palabras y el movimiento de mi cuerpo hacia su cristalina y densa figura. El ruido se apaga, estoy inmerso en otro planeta.

lunes, 13 de agosto de 2007

La vendedora de flores


Cuando una ciudad se une a festejar, es felicidad lo que el pueblo siente, lo que regala a su paso. La tarde de flores dibujo sonrisas en el domingo antioqueño, un gran número de concurrentes asistió a la celebración, un concurso de silleteros y flores entrelazadas en una misma canción. El día amaneció soleado y caluroso, un clima perfecto para la ocasión. A través de expresivos festejos se vitoreó a los que transportaban semejantes estructuras de madera y flores, más de 120 kilos en sus espaldas. Había alegría en los rostros, habían dulces lagrimas en los ojos, había una antigua tradición que cumplía sus jóvenes 50 años. Los abuelos contemplaron el escenario, se enorgullecían al disfrutar de su fiesta, una función siempre colorida. Recordaban está realidad en otro contexto, una ciudad en movimiento. Las familias acomodaron las sillas en hilera, todos gritando al unísono, intenso. Sombreros, artesanías, piñas, chuzos, pochoclo ó crispetas, cerveza, agua ardiente, buñuelos, yogoso, aros de cebolla, de todito y panelitas. El desfile pasó, fugaz y rumbera se volvió Paicity. El sol se fue escondiendo detrás de las montañas, quedando en el aire una suave sensación de placer.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Imaginación 2º parte




Mi respiración está agitada, el oxigeno entra por mi nariz y se desliza por la boca hasta nutrir los vasos sanguíneos, tal vez levita un segundo en los pulmones y aliviando los músculos comienza su estampida hacia afuera del cuerpo, perdiendo su virginidad. La acción vuelve a repetirse siendo un poco más agresiva y viscosa, a veces por la boca, y a veces por la nariz. Intento volver del sueño profundo en el que me ha sometido el inconciente, pensando en saborear algún mango para quitar ese amargo dolor que siento en el alma. Pienso en ella, una mezcla de pasión incontrolable me ata todavía a su cuerpo. Su rostro es una visión en mi cerebro, tan hermosa es cuando la suspiro, como si un corazón latiera adentro de mi cabeza. Mis sentidos tienen la virtud de hacerme dormir, mientras sugestionan figuras y representaciones de espectros delirantes. Mi frente empieza a recalentar el motor de mi juventud perdida, ese tiempo vivido entre el vicio y la chirimilla. He visto a los pobres levantarse contra los ricos, y sin embargo siguen llenando copas de oro, viviendo un frenesí reinventado una y otra vez. En otros tiempos he buscado a los defensores del consumo, a los hipócritas que todavía discuten sobre la desigualdad popular y sin embargo construyen revoluciones de champagne. Es el medio ambiente el que nos va a matar a todos. Imagino una Buenos Aires nevada, imagino a la Paz blanca como una espesa crema sobre grandes tortas de chocolate. Siento un silencio en el ambiente, un silencio reconfortante. Son patrañas que imagina mi inconsciente, una suerte de remolino que altera mis ideas. Recuerdo el río abajo cuando las aguas se teñían de un rojo vivo debido a la corteza de los árboles mezclados con el sabor de los manglares.

Los humanos cuando mueren toman forma, o es sólo una idea retrograda?
Es una pregunta que siempre me he hecho, simplemente un acertijo de la conciencia que suelo dramatizar. Un líquido amarillo se desase entre mis dedos, una marea desagradable al tacto. Escucho voces en el viento y empiezo a sentir miedo, mucho miedo. La luz de las mariposas amarillas me encandila, me da fuerzas para pensar que todos se trata de un sueño, una situación fuera de mi alcance. Intento levantar la cabeza pero está muy pesada. Todo es muy real, tengo muchas dudas, tal vez es momento de acostarse y descansar para siempre. Hasta para estas ocasiones la sociedad tiene preparada una coartada. Desde tiempos inmemorables nos enseñan que al llegar este instante el individuo debe atravesar toda su vida en un microsegundo, hay que entender y solucionar los conflictos que están encerrados en el horizonte. Cierro los ojos y me sumerjo por fin en mis últimas palabras. Me acuerdo de la playa, me acuerdo cuando él sentía que el viento acariciaba su cara, mientras las nubes se acercaban al sol mostrando su mayor expresión, una imagen de fantasía.

Me despierto. Estoy en el mismo lugar que había soñado por años, mi cuerpo está bien otra vez. Me levanto con gran agilidad del piso y encuentro un árbol en donde sentarme y descansar. Al otro lado del río están mis padres, algunos tíos, imágenes del pasado que me vienen a buscar. Me alegro de poder caminar, de sentir mi cuerpo otra vez. Algo no me deja cruzar el río. De repente todo se desvanece y aparezco sólo en el mundo otra vez. Estoy cayendo a gran velocidad por un barranco, estoy a punto de estrellarme contra las rocas, no es el momento todavía, no uno tan estupido. Por fin entiendo todo, todo lo que ví, lo que sentí. La vida después de la muerte, la muerte después de la vida. Los espíritus que habitan estás tierras no son todos los muertos, sino los infantes y los justos. Los señores que se desconectan de lo mundano para vagar por un límite entre dos o más espacios. Ese es el camino que me toca seguir, la tarea que me toca realizar.

Nos veremos la próxima luna llena o será antes mi amor?