Somos un camino incierto y el destino a veces se vuelve improbable, impredecible. Hay señales que te alertan y sin embargo la búsqueda de aventuras nuevas nos conduce por el camino del tiempo.
Puerto Ovaldía, 8.30 de la mañana.
El día amaneció gris, una intensa lluvia revolvió el mar y nosotros nos preparábamos para el viaje hacia Panamá City. La casa donde estábamos era de color verde, construida en madera y cemento. La pensión de Cande sentía el paso del tiempo, aunque aguantaba todavía en pie, albergando a los que piensan en viajar, en trabajar, y también a los que piensan en ¿un futuro mejor?. "Vamos que estamos por salir, vamos" gritaba Amalfi, quien cordialmente nos había invitado a volar en la lancha. Nos fuimos y caminamos por la pista del aeropuerto con las mochilas al hombro. Éramos 5 argentinos, un brasilero, 5 colombianos ( entre ellos Amalfi y los dos paisas), 2 suizos, 9 panameños (entre ellos 7 eran familia del capitán de la embarcación) y una pequeña lancha que nos llevaría con destino Colón, el inmenso puerto regado de comercio y consumismo, la salida al atlántico del canal de Panamá. Habíamos elegido sumarnos a está travesía pensando que podríamos disfrutar del archipiélago de San Blas y que a su vez nos ahorraríamos unos 30 dólares antes de llegar a Panamá. A nuestra despedida había acudido mucha gente, un pueblo con sonrisas. Estaban el encargado de migración, la corregidora (madre de este último) y varios más de está familia, que controla uno de los pueblos más temidos por los frecuentes viajeros, el cuello de botella entre Sudamérica y Centroamérica. Fuimos llamados a través de nuestros apellidos, como en la escuela, y dejamos nuestras maletas delante de la lancha. Mientras nos montábamos, Cristiano, el brasilero, eligió quedarse y no subir. “Hay mucha gente y es muy pequeña, es peligroso" dijo de pasada y se fue con su mochila de vuelta a la orilla. Nosotros sin advertir el peligro inminente nos ubicamos en nuestras posiciones pensando que el viaje sería tranquilo, salvo en algunos momentos en los que tocaría saltar por el aire, buenísimo. Salimos de la bahía, y se prendió el motor de 275 caballos de fuerza, el que empezó a escribir su historia también. Los golpes se fueron poniendo cada vez más duros, en la espalda, en la cintura, en las rodillas, y los gritos nos se hicieron esperar. Uno de los suizos entro en desesperación, se puso blanco como la leche y temblando se tiró en el medio de la segunda fila de asientos. Los demás gritábamos también, mientras el mar acechaba con enormes olas a su paso. En la parte de atrás venían una niña pequeña y su madre que estaba embarazada, acostumbradas quizás a estás peripecias, aunque no por eso menos asustadas que el resto. El destino nos estaba jugando una mala pasada y los que estábamos adelante solo pensábamos si podríamos aguantar tales golpes por tanto tiempo, si la marea bajaría.en algún momento.
El capitán aceleraba al escuchar los gritos y mientras tanto parte de su tripulación disfrutaba el momento desde la mejor ubicación.. Algunos compañeros lloraban, pero no había tiempo para lamentos, los golpes no cesaban, sino que iban en ascenso. El primer respiro llegó cuando nos cruzamos con las primeras islas, pero duro menos de lo que canta un gallo. Al llegar al Porvenir, una de las islas más grandes, territorio de la tribu Kuna Ayala, empezaron las discusiones con el capitán. Sin embargo al estar sin dinero tuvimos que continuar el viaje, sufriendo, volando por el aire, ayudando a otros que estaban más asustados. También apareció la poca solidaridad de los hombres y mujeres, peleas constantes por un asiento, pues los golpes se iban haciendo cada vez más dolorosos y muchos no podrían aguantar mucho más tiempo. El paisaje era hermoso, un sinfín de islas que cubrían esa gran extensión del mar caribe. Al llegar a Miramar el viaje tomo un vuelco inesperado. Mientras la gente, ya cansada de gritar, aguantaba con sus últimas fuerzas el trajín de la situación, Sebastián notó que el suizo que se había descompuesto estaba inconsciente, tirado en medio de la lancha y no se le sentía el pulso. En ese momento y ante la mirada de muchos de los pasajeros, el capitán buscó la solución más conveniente y dijo "lo borramos de la lista y lo tiramos al mar". Ese fue un momento de real tensión para los que escucharon el mensaje.
6.30, Colón
Por suerte no estábamos tan lejos de Colón y pudimos llegar al puerto. El suizo se levantó una media hora después, luego de que los paisas le hubiesen revisado la billetera y sin saber que estuvo a punto de ser comida de tiburón. El viaje duró unas diez horas, interminables diez horas.
miércoles, 20 de agosto de 2008
martes, 12 de agosto de 2008
El arco iris de Zeus





La naturaleza está viva, está en órbita, está defendiendo su bastión de los destructores, de los taladores, de los contaminadores. Somos tierra, somos aire y somos agua, somos animales vacíos, enfrentados a monarquías comunicacionales que nos venden el aire y nos dejan congelados en cajas de plástico. Los pequeños que habitan nuestras selvas se esconden, se hunden en el monte y dibujan caras especiales frente a la luz del Sol. Buscamos renacer en el infinito de nuestro camino, peleando por aprender a buscar soluciones frente a este rumbo sin retorno, buscando la felicidad inmediata como única solución materialista, cuando la naturaleza nos muestra el camino todo el tiempo, y mientras nosotros construimos pisos de concreto para tapar nuestras conciencias, los que no ven siguen sin sentir nada...
En las tierras virgenes es el suelo el que tiembla, el que tiene vida, y habría que detenerse y mirar hacía arriba, observar los árboles mientras los monos juegan con los mangos, los lagartos buscan el calor, las mariposas vuelan sobre el sendero. Los árboles son inmensos, hay casas dentro de ellos, donde viven las especies más impactantes; el monte es un pasaje de ida al paraíso. Verde es lo que veo a mí alrededor, azul lo que siento en el mar, celeste cuando miro al cielo. La vida va cambiando mientras conocemos, hay que adentrarse y salir, hay que meterse y buscar lo desconocido, hay que cuidar nuestros valores, nuestras opiniones, buscar soluciones, dar el ejemplo, jugar y seguir jugando, aprender con humildad...
Que lindo que puedan conocer El Darien, adentrarse en aventuras nuevas, buscar horizontes infinitos.
Caminos sin retorno,
Universos paralelos donde las sensaciones imponen su respeto,
Somos alegría y fantasía, buscando y descubriendo llevamos un mensaje.
Seguimos por el camino de la imaginación..
jueves, 17 de julio de 2008
Y a la selva es que nos vamos
De Medellín rodamos hasta Apartadó; el Bruno, Nico y Maxee terminamos de juntar el dinero y viajamos por el tiempo. Fuego, luces, circo...
Estamos en Turbo ya, camino a la selva del Darién, ese único lugar en el mundo, la suavidad...
Seguiremos con el arte en todas sus expresiones...
Nos vemos en Panamá....
Por el camino de la imaginación..
Estamos en Turbo ya, camino a la selva del Darién, ese único lugar en el mundo, la suavidad...
Seguiremos con el arte en todas sus expresiones...
Nos vemos en Panamá....
Por el camino de la imaginación..
miércoles, 2 de julio de 2008
Y tus ojos lagrimean
Una lluvia de estrellas fugazes, un ida y vuelta entre canela y avena, y así nos vemos, así te veo, así nos vamos, ¿ Y si viajamos juntos por el reino de los colores morados? ¿ A donde vamos?, a la Luna es que nos vamos corazón... pero el pasaje es muy caro, casi imposible para un malabarista, periodista, tío casi de cuatro. Sin embargo a la noche viajamos y durante el día nos bañamos de Sol, casi sin respirar te dije que sí, y fue un como subirse a un barco sin timón; primero lloré, las lágrimas cubrían mis ojos, caían por mis mejillas hasta llegar al pecho, desnudo en el verde pasto, envuelto en las raíces; en ese instante mis fosas nasales se taparon y no puedo explicarte cuanto los extrañé a todos, allí los vi, allí estaban, resplandecientes, dibujados en la tierra, vi sus rostros en las nubes, vi sus caras en las piedras, en mi silencio eterno, en la invitación a un sueño profundo, cuando me arrodillé no podía respirar, no veía más allá de mis pupilas, no veía más allá de sus sonrisas, se me nubla la mente, no puedo moverme, estoy estático, estoy sin voz....
Y nos encontramos en la frecuencia, hay unos tulipanes blancos que crecen en el jardín, son tan brillantes, que se transforman en el remedio de la locura.
Pasto, fuego, aire, flores, nubes, Vilca, mi cara, el Sol y ustedes....
Puede degustar sancocho, arepas, ensalada y por supuesto la montaña verde en toda su expresión, por eso no lo dude señora y pase a nuestras hermosas instalaciones....
Bienvenidos.
domingo, 15 de junio de 2008
Siguiendo las nubes
Casi todo el mundo sube a Santa Elena y se encuentra con el frío, esa montaña donde vivía Heidi con su abuelo, el mundo mágico de los duendes yace en ese paraje espiritual....
Estaba cayendo la noche y caminaba con Estefanía de la mano, las nubes cubrían la montaña verde y brillante, estábamos adentro de una densa masa de aire y sin embargo todo se veía con suma claridad. Los árboles respiraban y en su corteza había figuras verdes, moradas, naranjas brillantes. "Tómame la mano que tengo miedo" me dijo Estefí y bajamos por la carretera sin mirar, cerrando los ojos y buscando el rumbo a través de la percepción. Cuando todo se vuelve oscuro, luego de un buen rato en el camino de los sueños, existe una luz, un destello que ilumina la vía a casa. El frío iba aumentando en la fría montaña y las manos de Estefí temblaban cada vez más. El ruido de la lluvia, sumado a los relámpagos y rayos que retumbaban en el más allá, envolvían el ambiente, le daban un destino de suspenso. Ella tiene 9 años y una imaginación impenetrable. A veces es una diosa, a veces sola una niña, sin embargo su mirada me mostró el sendero, truena y truena y sonará el tambor.....
Adelante (por suerte para algunos) nos guiaban los duendes, vestidos de marrón y negro, sus sombreros llevaban una pluma de Guacamaya, gente de la montaña, gente de Santa Elena. Entre los árboles mágicos se iban camuflando, librados del sueño eterno en el que viven, ahí van los duendes...
Las vacas lecheras están más cerca del cielo, eso creo, como la cebollas, están arriba en la montaña perdida. Y cuantos quilómetros hay que recorrer, cuantos destinos hay que conocer para entender ciertos comportamientos, ciertos miedos que a la distancia parecen funciones desconocidas, y bien de cerquita son amores inolvidables. Circo, fuego, aire, agua, relatos increíbles....
Antioquia, tierra de fantasía, donde crecen las ilusiones, donde desaparecen los escombros y surge la alegría. Santa Elena, Río Negro, Jardín, Santa Fé, el Valle de Aburra....
Tierras de esperanzas
lunes, 26 de mayo de 2008
Un color entre naranja y calabaza

Éramos un viaje, un ida y vuelta entre el viento, el bosque y el mar. El renault 12, el amigo de Caro y Seba, tiene un estilo especial, es una carrera al destino de los pasajeros hambrientos de paisajes, intrépido y sagaz. Nada como la sal y la arena para caminar a la tarde, los árboles siempre se prestan de anfitriones, y fue ahí cuando arribamos a la casa de Ana. Playa los Naranjos abría sus puertas.
- Disculpe señora podemos acampar acá...
- Claro que si...
Una relación sin fines de lucro, y si el lujo es vulgaridad, cuan honesta es la vida por dejarnos conocer a Ana y su familia. Los plataneros cubrían el campo escondido; adelante una hamaca estaba iluminada por el Sol. La casa es blanca y pequeña, cubierta de retratos familiares y está guiada por la televisión nacional. La cocina está a su lado, a leña y hollín, con vajilla de porcelana y las empanadas en su cocción. Éramos varios, aunque el nieto de doña Ana, el pequeño William, se transformaba en un buen argumento diario mientras se escuchaba buena chacarera.
Entre sueños y sollozos, Ana nos contó que había sido desplazada por la violencia en Colombia, huyendo de su pueblo, a orillas del río Magdalena. Los paramilitares (AUC) habían llegado y se habían abatido durante dos horas, matando personas, inundando de terror el tiempo y el espacio. Ana empaco algunas de sus cosas, tomo la mano de sus niñas, y se fue, dejando todas sus pertenencias, todas sus ilusiones, a otro destino tuvo que ir.
Las chalupas navegaban río abajo hasta dejar atrás el miedo, pensando en Valle Dupar. Entre las sombras ella buscó afecto y trabajo. Al tiempo el gobierno le entrego una casa en una urbanización de viviendas. Sin embargo Ana tuvo que pelear y seguir peleando. Lucho por su comida, por la educación de sus hijos, por un lugar, por su tinto y sus empanadas. Quizá el miedo y la violencia puedan envolver en sus redes, cuando sale el Sol de nuevo, solo se dejan ver sonrisas en el ambiente. Los que no tienen nada, los que lo perdieron todo, piensan mucho, sienten mucho, y ofrecen hasta lo que nunca tuvieron.
Amèrica Unida hoy
sábado, 3 de mayo de 2008
El volcán de San Antero
El calor invade mi cuerpo, las gotas de transpiración caen por mi espalda y se deslizan lentamente hasta llegar a mi cintura. El Sol se posa en lo alto del cielo, una nueva iluminación sonríe y despierta a los seres oscuros, los seres de la tierra. La carretera espera detrás, refleja el pavimento nuestra silueta, aumenta la frecuencia cardiaca, baja la presión y sube el agua, se evapora y viaja por el cielo donde los sueños se vuelven realidad. "Me voy poniendo pegajoso, me voy poniendo pegajoso" pienso mientras me acerco a él. Tengo ansiedad, sin duda un poco de asco también, pero conozco la aventura. Bailamos Cha cha ska, y las burbujas nos rodean en la superficie, un liquido viscoso y verde se ve en la superficie...
Tic, tac, tic, tac, el lodo protege, preveé, sana y cura, y nos adentramos en la capas tectónicas. De ella comemos, crecemos, trabajamos, cuidamos y hasta a veces atormentamos. Es fascinante estar adentro de la tierra...
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