martes, 20 de noviembre de 2007

El espectáculo va a comenzar: 3,2,1 --- ATENTOS


El mar se mueve ante tus ojos, una alfombra azul que se despliega formando olas que se estrellan contra las rocas. En medio de la inmensidad un cardumen se pasea esquivando las redes de los pescadores. Hay una breve brisa que entra calmando la sed de los lugareños, más de uno está buscando cocos para beber su refrescante agua. Me siento a buscar la línea del horizonte, es una eterna recta que separa el cielo del mar. A lo lejos llego a divisar un barco carguero, parece un camaronero perdido en medio del océano. El barco tiene colores claros: blanco, rojo, naranja quizá. Es un punto en la línea, aunque no se ubica en el centro; está inclinado hacia la derecha coqueteando con las montañas. A mi derecha hay un perro; es marrón claro y tiene una mirada perdida. El perro está dormido, se mueve un poco, creo que está soñando.

El marinero perdido

- Edwin adelante la cena por favor que hay un ventarrón en el mar
- Sí mi capitán
- y por favor avísale a Tiago y a Paco que terminen de guardar el pescado y te den una mano.
Edwin asiente con la cabeza frente al capitán Burstainer y luego voltea en dirección contraria buscando la cocina del barco. Edwin es pequeño de tamaño, aunque a sus recientes 28 años todavía luce su cara de niño imberbe.
- Tiago este que Paco, dice Burstainer que me pelen la zanahoria cuando terminen el pescado
Las carcajadas no tardan en llegar
- Cada día más marico Edwin

Paco y Tiago son inmensos, dos roperos flotando en el mar. Paco es un poco más viejo, y se nota a simple vista que no le gusta que lo molesten ni lo cargoseen mucho. Tiago tiene una sonrisa muy particular: le faltan los dos colmillos. La cocina del barco es pequeña, pero es normal para estar en un barco. El ambiente huele a pescado y hay una vela encendida en cada esquina, iluminando las caras de nuestros protagonistas. Mientras tanto Tiago corta los camarones con los dientes.
- “Es una técnica que aprendí en Puerto Cabello”, aclara mientras escupe la piel del camarón.
Las mesadas tienen una gruesa pared de grasa encima, y en el piso está regado de cáscaras de yuca y escamas de sábalo. Los tres marineros están trabajando en la cocina, en orden, con el mismo ritmo. Tiago sigue escupiendo la piel de los camarones, disfrutando el sabor del pescado fresco. En ese momento, casi de improvisto, un camarón que había quedado vivo ataca a Tiago y le arranca un diente que tenía flojo.
- ahhhhhhh mis dientes, mamahuevo, mis dientes.
Edwin y Paco estallan de risa. Edwin se tira al piso y se hace pis de tanto reirse.
- mira el marico no puede aguantar la risa, dice Paco.
Tiago se toma la cara y corre hacia la popa del barco. Sube la escalera de madera corriendo, dando grandes pasos, salteando algunos escalones; en el camino se estrella contra el capitán Burstainer y tras unos cuantos pasos se golpea la cabeza contra el tímón y cae girando como una clava hacia el océano......

Caramelo


Éramos dos, éramos felices, éramos perros. Corrí hasta la puerta de la casa y en mi carrera desenfrenada solo pensaba en rascarme la cola, girar el pescuezo y morderme arriba de la cola tironeando el pedazo de cuero. Sin embargo es sumamente importante que llegue a la puerta de entrada, quizá hay algo de comer, ese olor ya lo sentí algunas vez, es pollo con papas y tiene salsa de mango. Algunos perros disfrutamos mucho el pollo, otros prefieren las carnes rojas y los pescados. A veces salimos con Pelusa y damos vueltas, muchas vueltas. Recuerdo todavía cuando nos parábamos en frente del restaurant de mariscos y yo le preguntaba a Pelusa:
" ¿Pelusa que querés comer?"
Solo era mirarnos y entender que había mucho más que una historia de amor allí. Yo le decía que éramos la Luna y el Sol, que éramos magos volando entre los espejos, pero en el restaurant siempre hablábamos de mariscos. Pelusa era de clase alta, una chica que no se pierde con cualquier perro callejero. Su padre era ovejero alemán y su madre una chica de la playa. "quiero pescado" me dijo ese 21 de noviembre, pero yo presentía que solo habría pollo esa noche. Así vagamos por los barrios, jugábamos con los primos, perseguíamos gatos, era pura la energía con Pelusa. Un día ella me dejo y se fue a la playa, me dijo que a tomarse un tiempo para pensar. "Fino Chamo" me dijo y se fue. Antes de irse me dejo una carta: " Una vez conocí un mago, un constructor de sensaciones que cargaba mazos de cartas, luces y hasta dados de colores. Me enseño que el arte de la magia es una simple ilusión. En la playa los espíritus se ven en el mar" eso solo decía la carta. Me asusté Pelusa, y no te acompañe, no estaba preparado para espectros ni magos todavía. Tus ojos eran grises Pelusa, así fue que nos besamos en la oscuridad. Estoy por llegar a la puerta, solo me falta un brinco más....

Continuará

3 comentarios:

Anónimo dijo...

maxi, qué bueno saber que estás vivo y que estás bien! no sé cómo vas a hacer para vender varietés en esa isla desierta, pero bueno... saludos.

Camelia dijo...

Por fin regresaste!!!
Por tus cuentos, parece que la reclusiòn te ampliò tu creaciòn.
Muy bueno el cuento del perro que continuarà!!
Te quiero y extraño!
Came

Fieso dijo...

Maxi querido! Acá estamos en una tarde aburrida de subsecretaría. Estamos con Lei y dieguito mirando un poco este blog viajante y de alegria. Esa misma que nos da ver esas fotos de felicidad.
Pd: volveras algún día? (dieguito)
pd2: venite q te quieren enfiestar
pd3: dieguito quiere tu gorra man. Si no se la traes se me va a poner loco....
Bueno saludos
Fieso