martes, 17 de abril de 2007

El hombre y la frontera

"El hombre es como el oso, cuanto más feo más hermoso" se escucha en Arenillas mientras caé la noche. Estoy con Tito, un miembro de la comarca que me acompaña, esperando el micro que nos llevará a Cuenca. Nuestro día comenzó en Puerto Pizarro, peleando con los lugareños por una estafa en nuestra estadía en la Isla del Amor. De allí partimos hacia el primer control de migraciones peruano, donde olvidaron colocar el sello que me acreditaba el paso. Me di cuenta en Huaquillas (Ecuador), a tres kilometros del primer lugar donde te piden la documentación y mientras unos manifestantes cortaban las cubiertas de la camioneta que nos transportaba. Esa fatalidad me llevó a enfrentarme por primera vez en este viaje a una sitúación de violencia, cuando un muchacho que me estaba llevando con su moto de vuelta hasta el puente fronterizó me empujó sin más razón que para llevarse 50 centavos de dólar. De vuelta Perú, me trataron de irrespetuoso e insolente por no tener puesta mi remera con 35 grados de cálor. A mi regreso a la migración de Ecuador me tocó caminar cuatro kilometros con la mochila por la carretera. Fue por una protesta por los taxis que no estaban registrados en los sindicatos locales. Cuando empezé a escribir estas líneas estaba en Arenillas y la amabilidad de la gente recuperó mi espíritu de solidaridad. Desde Aguas Verdes hasta Huaquillas, con suerte y estando despierto, pueden hacerte sentir amor, bronca, impotencia y resignación en pocos minutos. Por las fronteras pasa el amigo y el enemigo, y ambos se funden en el horizonte, respirando ese aire vicioso.

1 comentario:

Esteban dijo...

Que tal? Estuvo duro lo de la frontera he? Bueno, nosotros también la pasamos mal, aunque no tanto! Pero una vez adentro, ya no hay problemas.
La próxima mejor toma un autobus que te lleve hasta el otro lado, asi evitas motos y taxis y no es tan caro.
Suerte en Ecuador y disfruta Cuenca. Quizás te vea, por que yo vivo ahí.