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El golfo de Urabá es una extensión que recorre 70 kilómetros desde Cabo Tiburón hasta Punta Arenas, un bastión que comparten los departamentos del Chocó, Antioquia y Córdova. Según las crónicas del Fray Bartolomé de las Casas la ciudad de Santa María de la Antigua del Darién, fundada a finales de 1510, fue la primera ciudad americana asentada en tierra firme, y adoptó su nombre en homenaje a la Virgen de la Antigua, natural de Sevilla, España. Esta vieja villa estaba situada en la llamada zona intertropical, ubicada entre el trópico de cáncer y el de capricornio. Carlos tuvo pesadillas muy extrañas esa madrugada, aunque la capacidad de almacenamiento de su cerebro estaba lejos de convertirlo en un orinonauta. El día amaneció despejado, acompañado por un suave viento que soplaba desde la montaña. Cuando abrió sus ojos, pequeños y tristes, Carlos tuvo la desagradable sensación de que un pájaro carpintero estaba tallando la puerta de su próximo hogar, mientras él huía de la guadaña de la muerte. El paisa tenía como objetivo llegar al pequeño baño de su hogar, pero un fuerte zumbido, sumado a un extremo dolor en lo más profundo de las sienes lo devolvieron a su habitual posición horizontal. Él trato de enlazar sus pensamientos, sus últimas acciones antes de caer en el más hondo de los sueños. Sin embrago está tarea se tornaba en una misión imposible. Carlos tenía una estructura corporal muy pequeña. Sus brazos eran cortos, sus piernas arqueadas hacia adentro como dos paréntesis que se buscan en los vértices. La nariz del paisa era aguileña, y sobre la circunferencia de su cráneo tenía un círculo que según su filosofía, demostraba sus años de experiencia. Carlos solía decir “Esta pelada es la experiencia de la vida”, mientras acariciaba la brillosa zona craneal. Esa turbulenta mañana nuestro personaje no se acordaba ningún detalle de la noche anterior. Sin embargo a pocos metros Gladis, la ahora difunta esposa de Rubén, estaba esperando a la policía del pueblo, sosteniendo el cadáver, envuelta en una furia arrolladora. Gladis había encontrado a Rubén al amanecer, tirado sobre el pasto, con una sonrisa en el rostro, y un machete cubierto de sangre a su lado. Ella había llamado a la policía al instante, tal vez habían sido ellos los culpables de la muerte de su esposo, ó tal vez podrían esclarecer los hechos de este crimen. Gladis sospechaba de todos y todo lo que se cruzaba en su camino, sabía que el asesino estaba cerca, pero no sabía cuán cerca. Carlos se levantó finalmente y se acerco al limonero, la sed de la resaca lo había invadido de repente. Preparó una limonada y se sentó, tratando de recordar los acontecimientos del día anterior. De repente bajó la mirada y advirtió que sus pequeñas manos de mono aullador estaban regadas en sangre. “Carlos, Carlos anda por ahí “escuchó nuestro personaje mientras intentaba clarificar el origen de tales manchas peligrosas. El jefe del Das de Capurganá(Departamento Administrativo de seguridad colombiana), Camilo Torres, estaba entrando a la finca, el último bastión habitable antes de la selva del Darien. Camilo tenía destruido el labio inferior, más específicamente el surco horizontal llamado surco labiomentoniano, y esto impresionaba al verlo por primera vez. “¿Carlos, como estás?, mira me acabo de enterar que murió Rubén y quería avisarte para que te acercaras a Gladis, parece que lo degollaron ayer por la noche”, sugirió Camilo mientras Carlos estaba en el baño intentando quitarse la sangre de las manos. "Camilito ya estoy con vos, es que me estoy lavando la cara", Carlos se fregaba los brazos con el jabón de tierra, salpicando el lavado y la puerta del baño. Estaba muy nervioso, las gotas de transpiración caían desde su frente, su cara, su espíritu, mientras imaginaba el peor desenlace de esta historia. Él sabía que tenía alguna relación con la reciente muerte de su vecino, aunque no podía establecer cual, ni podía enumerar los hechos de la noche anterior. Ese era su mayor terror, el haber perdido la memoria inmediata. Afuera mientras tanto esperaba sentado en una baqueta de madera Camilo Torres, el hombre que seguramente se lo llevaría detenido para averiguar sus antecedentes e interrogarlo hasta encontrar su posible culpabilidad. Carlos sabía que había que encontrar algún culpable para resolver esa historia y mantener la habitual tranquilidad en el pueblo. Si hubiese que elegir una escapatoria a esa encrucijada seguramente la ventana del baño hubiese sido la mejor opción, y como Carlos a esa hora de la mañana no podía pensar en otra opción se deslizó lentamente por la rendija del ventanal, y luego de tomar silenciosamente el machete limpió que estaba apoyado sobre la pared trasera de la casa decidió su destino: una carrera hacia el grueso de la selva.
Que sería peor, quedarse esperando su casi segura sentencia en el pueblo, su muerte anunciada ó intentar la proeza de atravesar la impenetrable jungla que se imponía delante de él, esperando a su presa, buscando su próximo destino.
Continuará…