lunes, 17 de septiembre de 2007

El aeropuerto


Estaba caminando por un sendero asfaltado de dos kilómetros de largo y 4 metros de ancho aproximadamente. Volvía de una juntada con los amigos del pueblo, un selecto grupo que se involucraba en las tardes y solía conectar palabras interesantes mientras las horas transcurrían en una cruzada contra el tiempo. Caminó por la pista del aeropuerto hasta llegar al camino de lodo, un pantano rodeado por una vegetación selvática, un campo que crece en flora y fauna hacia arriba, el monte que muestra sus colmillos y respira por la noche. Atravesó el camino saludando al aire, a los caballos, a las culebras; los pocos vecinos que sentían su olor se alejaban de sus pasos, aunque él los perseguía, les hablaba, tomaba sus brazos y sus manos, les prometía un buen número de papayas para la mañana siguiente. Intentaba caminar en línea recta, tarea extremadamente difícil en está situación, teniendo en cuenta que su visión había perdido el sentido del equilibrio y sus pasos eran círculos imperfectos. "¿Qué puto negro me quiere llevar ehhh?, ¿qué puto negro me quiere llevar?" se le oía decir, "Yo pago lo que sea, lo que sea" insistía su voz en la oscuridad. La luna estaba escondida, el brillo de las luciérnagas entregaban algún destello de luz al ambiente. Carlos tenía miedo, aunque ya a sus 44 años había catapultado su vida dedicándose a la bebida. Él pensaba en volver a España, pronto regresaría al viejo continente. Había sido deportado en diciembre, tras una ardua investigación de la migración española. La secuencia había sido simple: "Por Favor el Señor Carlos Sánchez, lo estamos buscando para un trabajo...". Esta vil mentira lo había depositado en un avión directo a Bogotá, para luego transportarlo hacia Capurganá, pueblo fronterizo con el vecino país de Panamá. Él quería volver, pero su única posibilidad estaba en el mar, en el barco de un primo que zarparía hacia Lisboa el próximo febrero. Estaba atrapado en la frontera, estaba varado en Capurganá. Se balanceaba estrepitosamente, aunque no caía nunca al suelo, no hasta el momento. Su tarde había empezado con aguardiente antioqueño, para luego mezclarlo con el roncito Caldás. Su excusa: "Alegramos el domingo gente"; su verdadera razón: los recuerdos paseando con la guerrilla por el monte, las FARC habían marcado buena parte de su vida, sumado al recuerdo de su hija Clarisa, a quien no veía desde hacía muchos años. Caminaba con una pequeña vela en la mano, tal vez para divisar algún animal que anduviera cazando por la noche, tal vez para sumar suspenso a está historia. A lo lejos vislumbro una luz. Pasó la cerca cubierta con alambre de púas y se dirigió hacia ese destello que veía entre toda esa oscuridad. Rubén estaba sentado en el quincho (puede ser también el ante jardín) mientras disfrutaba de la magia que le ofrecía el aire selvático de la noche, sin siquiera pensar en el futuro que se le avecinaba. "Oigalo entonces Rubén" grito Carlos al ver a su vecino. "Usted está bien rascado mi amigo Carlos, venga siéntese entonces, disfrute de la tranquilidad de la noche" le contestó Rubén, invitándolo a descansar después de caminar por el fango, tan oscuro, tan borracho. Fue en ese instante, quizá no estaba premeditado, o quizá lo había pensado toda la noche, cuando Carlos se le abalanzó a Rubén, desmedido en su acto. Rubén intentó quitárselo de encima, aunque la tarea se torno agresiva, imagínense a un toro tomado por los cuernos, peleando contra su torero, firme y decidido en su acción. "¿Qué pasa con usted Carlos? suelteme.... Estás Fueron las últimas palabras de Rubén en este mundo. El frío machete de Carlos atravesó su cuello y lo corto como a una gallina. El silencio de la noche volvió otra vez, envolviendo el ambiente y la vela se apagó de repente...

Continuará.....

7 comentarios:

Anónimo dijo...

POBRE RUBEN!!!, a lo que lleva el guarito eh.....vieja te estoy esperando en venezuela!, saludos para todo Bogota!

see you soon..
le TIT

Juanita dijo...

qué rico saber de ti... besos

Camelia dijo...

Muy bien escrito!!
Ese es mi pollo!!
Espero la continuaciòn...
Beso
Tìa C.

Anónimo dijo...

¡¡¡¡Hola, flaco!!!! ¿Mucho frio? ¿Muchos amigos nuevos? Bueno, nos veremos por Bogotá la otra semana si la vida no nos trae sorpresas nuevas y nos deja vivirla más o menos en orden. ¡Hay, me siguen pasando unas! Cuídate y ya sabes que espero tus cuentos. Un besito
Juli

Anónimo dijo...

Maxi por fin me decido a escribir algo sobre este texto, felicitaciones anímate a contar más, espero disfrutar la continuación y otras narraciones de este tipo,pues esta tiene un ritmo genial,no se porque creo que ahora estás teniendo tus experiencias de parto, ya habrás tenido otras, pero creo ver un compromiso maternal con tus escritos. Besos, abrazos de colores para vos y con mucha luz.

P.D: Ahora estoy donde Javi, quiero alquilar un depto. te estaré contando mis buenas nuevas.

Se te quiere.

Clau.

Unknown dijo...

hola maxi:
me encanta lo que escribis y esta maravillosa experiencia que tenes. Queria mandarte un besote y siempre te recordamos,
Vero Bonta

ILE dijo...

Hermoso de mi corazón, estás dejando huellas y no eso no es cosa fácil, seguí adelante, te cuido siempre.
Tu hermana
ILE