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El mar no cesa, sus aguas cubren las rocas de las orilla, un sin fin de sonidos que regala la naturaleza en su máximo esplendor, la magia de la canción. En el camino a la montaña se ven los caballos, madre e hijo que están saboreando el placer de la tranquilidad, tan próximos al descontrol de la urbanización, perdidos en tiempo y espacio. Cuanto más vamos a seguir destruyendo el mundo, será la basura lo que termine tapando los ríos más hondos, contaminando el núcleo que nos da de comer...
¿Como llega un plástico que cubre las latas de cerveza a la pata de un pato?
Los prisioneros van y los políticos se alimentan. Mientras Latinoamérica se une, y con rotunda descalificación se florea con la liberación de los secuestrados, el imperialismo tiembla entre los barrotes de su franja de cemento, perturbados por la posible recesión, temerosos ante una próxima debacle financiera, esperando el paso en falso para atacar por la retaguardia.
Los árboles crecen y sus frutos nos alimentan. Es maravilloso sacarse los zapatos en el bosque y pisar el pasto, la tierra, sentir los minerales que entran por el cuerpo, contemplar a nuestra madre tierra. Y seguir caminando, llegar a la montaña y mirar por encima de ella, desde las alturas contemplar el paisaje majestuoso y preguntarnos....
¿En qué cabeza cabe continuar con la destrucción de los paisajes soñados, la tala de árboles desmedida en el amazonas, la contaminación del Lago Maracaibo, el basurero derrochado por las grandes potencias hacia los países 3º mundistas?
Así pasan los años, entre quejas y tertulias, entre fuego y agua.
El mar se retira de la orilla, arrastrando todo a su paso, majestuoso ante los ojos de todos...